La humildad no consiste en ser pobre, austero o contentarse con poco, sino que es una virtud relacionada con la disminución de nuestro ego, que siempre quiere más de lo que le toca en la vida.
Y como su mira está puesta en ser y tener más que los demás, continuamente se compara con otros, no solo en lo material, sino en considerarse mejor que los demás, ya sea por haber alcanzado cierto nivel espiritual, ser más bueno, o haber superado ciertos defectos que lo hacen destacarse por encima del resto.
La humildad en cambio es todo lo contrario y consiste en alegrarse por lo que uno ya es y tiene sea esto poco o mucho; lo cual no implica no desear más recursos materiales y bendiciones espirituales, sino desearlas para poder compartir la felicidad que uno recibió con los demás…
Humildad también es no ambicionar lo que a uno no le tocó y alegrarse por lo que recibieron los demás, pero por sobre todas las cosas, no compararse ni sentirse superior a otros en ningún aspecto de nuestra vida, ya que ese sentirse superior nos separa de nuestro prójimo y por ende del Creador…
La humildad se relaciona con el hablar lo justo en el momento adecuado y a la persona adecuada, por ello la mejor de manera de ejercitar esta virtud de nuestra Alma es pensar en primer lugar: esto que voy a decir, ¿aporta algo constructivo o destructivo?; y en segundo lugar: ¿me pone por encima del que me está escuchando?
De la respuesta se desprenderá nuestro grado de humildad, humildad sin la cual por más rezos y buenas acciones que hagamos, estaremos aún muy lejos del verdadero sendero espiritual y del desarrollo de nuestra Alma, la cual y a diferencia del ego sobresale solamente para compartir…