“Dios nos quiere dar todo, pero en su infinita bondad quiere que nos lo ganemos por nuestro propio esfuerzo”.
Pareciera ser una paradoja pero no lo es, y si el Creador es pura bondad, amor y deseo de dar y compartir toda su abundancia, plenitud y sabiduría sin reservas: ¿porqué nosotros no somos capaces de recibir tantos y preciados dones?
De acuerdo a la sabiduría de la Kabbalah existía en un principio solamente la Luz infinita y generosa del Creador que al no tener a quién darla, creó para ello una vasija o recipiente que pudiera recibir todo su gran Amor.
Y una vez creada, coexistieron la Luz y la vasija en perfecto equilibrio hasta que ésta, ya colmada de plenitud y felicidad, sintió deseos de dejar de recibir tanta Luz y comenzar a su vez a compartirla con los demás.
Y en ese momento el Creador, comprendiendo a la vasija en su infinito Amor, se retiró para que ésta pudiese ser como la Luz y comenzar a dar a su imagen y semejanza…
Así surgió lo que conocemos como el Big-Bang, la explosión de la vasija primigenia, la creación del universo y de los mundos que contienen chispas o fragmentos de ella…
Y a partir de la Creación del hombre, éste nace con ambos deseos: el de recibir propio de la vasija original, y el de dar y compartir de la Luz original de Dios…
Por ello y desde los albores de nuestro mundo, debemos ganar nuestro sustento con el sudor de nuestra frente y dejar aquel paraíso original, en donde si bien recibíamos todo, era sin el mérito propio que supone transformarnos hacia seres más solidarios, dadores, amorosos y responsables por los demás…