El control es una ilusión del mundo físico en el que vivimos, en donde si reacciono con enojo juzgando a los demás, y queriendo tener siempre “la razón”, “creo” que voy a poder “controlar” mejor la situación para que su resultado salga a mi favor.
Y cuando nos preocupamos en exceso por algún problema tratando de encontrarle la solución, y al ser el control una extensión de nuestro ego, esto termina ocasionándonos stress y una gran pérdida de energía.
En realidad no controlamos nada; ni el pasado, ni el presente y menos el futuro o lo que nos va a suceder cuando nuestra vida es solamente reactiva y a mereced de los vientos que soplan en cada momento, a semejanza de un velero perdido en medio de una tormenta.
En cambio, de lo que si podemos tomar control es en hacernos responsables por nuestra propia vida, trabajando de manera proactiva para no ser llevado de aquí para allá por las circunstancias, personas o situaciones; transformando las reacciones para que no nos lleven hacia lugares caóticos, en los cuales no queremos estar.
Esto no significa de ninguna manera no hacer, dejar que las cosas sucedan solas y tener una actitud pasiva de falsa confianza en Dios para que nos resuelva los problemas, debiendo hacer lo que está de nuestra parte y esforzarnos para encaminar los asuntos y relaciones de nuestra vida, soltando luego el control, para luego esperar y aceptar los resultados, con la certeza absoluta, ahora sí; que Dios finalmente no nos dará lo que “creemos que necesitamos” para ser felices, sino lo que sí necesitamos para crecer y aprender.
De ahí que tras el hacer lo que está de mi parte con mi libre albedrío, delego el control de los resultados al Creador; ese es el único control efectivo, junto a dominar las tendencias dictatoriales de nuestro ego, que convierte al control en una de sus herramientas más poderosas.
Y si me equivoco y los resultados no eran los esperados, debo tener paciencia conmigo mismo, ya que nadie nace sabiendo; y por ahí lo que querría no era para mí, o por lo menos no para este momento sino para más adelante; cuando esté mejor preparado para recibirlo.
Otra de las ilusiones del camino espiritual que nos enseña la sabiduría milenaria de la Kabbalah, es que tampoco SOY YO EL QUE HACE, sino EL CREADOR a través mío; aún en medio de las equivocaciones y con el Único objetivo de aprender, ya que todo lo que nos sucede en la vida agradable o no; de la Luz del Creador proviene.
Uno de los miedos principales del ser humano es justamente “perder el control ilusorio” del cual estamos hablando, y una de las maneras de superarlos, es entregando justamente el control final al Creador.
De ahí que lo desconocido o lo nuevo que nos puede llegar a pasar sea siempre un regalo del Creador, y justamente, porque está “fuera de nuestro control”.
Otra de las herramientas que es hermana del control y favorita de nuestro ego es la impaciencia; en donde en vez de esperar los resultados o la cosecha de lo que sembramos, arruinamos las cosas que nos podrán haber sido favorables por arrancar sus frutos antes del tiempo justo de su maduración.
Entonces, si queremos una mejor cosecha, practiquemos con acciones positivas y dejemos que los resultados sigan su curso, ya que lo que va siempre vuelve, y que pese a la desconfianza natural e inseguridad de nuestro ego, obtendremos resultados mucho mejores, duraderos, seguros y satisfactorios…